Hoy tengo todos los
miedos
agarrados a mi pelo.
Me arrastro pegada al
suelo 
adentrándome 
en el vendaval que azota
mi cuerpo.
En dirección opuesta,
siempre en dirección
opuesta 
a la herida.
Vivo cada día
intentando avanzar en
dirección opuesta
y me falta el aliento. 
Hoy, otra vez, 
no he podido seguir
buscando 
sentido a la vida.
Pero soy yo.
Una vez más,
solo inténtalo una vez
más.
Y aunque duele tanto
tropiezo
y mi piel me grita que
pare 
sigo balanceándome, 
corriendo sin sentido
hacia una meta incierta.
La piel también se
acostumbra al dolor
si se siente cada día.

 





